Una política pública no puede fundarse en información errónea o mal entendida. Los debates sobre la pobreza se basan en el sensacionalismo y, actualmente, en la desinformación. Pero una eficaz política de lucha contra la pobreza debe basarse en una evaluación precisa de las condiciones de vida reales y aquellas deseables. El evaluar elevar el nivel de la línea de pobreza, acercándola a la de los países desarrollados, es un objetivo que el gobierno no debería desechar. La lucha contra la pobreza debe ser la meta de este, y de cualquier gobierno; sin dudas, la educación es el instrumento para dar esta batalla.